Era el 20 de noviembre de 1977, cuando Inés, mi mujer, inesperadamente rompe aguas e ingresamos en la clínica El Rosario. A la mañana siguiente, durante la cesárea que le practican, una enfermera sale y me dice que vienen dos, niño y niña, y que si sé cuál es el grupo sanguíneo de Inés. Desatado de nervios, por la sorpresa, digo que no y la enfermera le resta importancia.
Pasado poco tiempo, salen el tocólogo Dr. Aguayo, acompañado de otro médico que me lo presenta como neonatólogo Dr. Quirós. Me indican que el niño, con 2.500 grs, viene muerto presentando ciertas malformaciones que me relatan. La niña viene bien, aunque luego me dirá el Dr. Quirós. Apoyándose mutuamente, me recomiendan vivamente que no vea el crío porque me va a impresionar y me va a quedar ese recuerdo. Tanto insistieron que acepté y solo les pedí que fuera yo quien se lo dijese a mi mujer, cuando lo considerase oportuno. Les pareció bien y dijeron que se ocuparían de todo y darían al niño por no nacido. El Dr. Quirós me cuenta que aprecia en la niña algún problema en la tráquea y el esófago y que ha de hacerle una serie de pruebas, por lo que la llevará a incubadoras.
Pasaba horas viendo lo bien que comía la niña y el buen aspecto que tenía, mientras el médico me decía que iba superando las pruebas, aunque tenía que hacerle unas nuevas para mayor seguridad.
El día 28 de noviembre enviaban a Inés a casa y ¡oh sorpresa! la niña también podía irse ya que estaba perfectamente. El importe de la factura por las pruebas de la niña fue importante.
El día 22 de Diciembre, aprovechando un momento puntual, di a conocer las circunstancias del niño con la consiguiente sorpresa y momento doloroso. Ese día, recuerdan Inés y su madre, que en la última visita que hicieron al Dr. Aguayo mi suegra le dijo que ella creía que venían dos. Mi suegra tenía la experiencia de haber actuado de matrona en más de media docena de nacimientos. El médico, en tono molesto, le dijo que solo venía uno, que era lo que él oía. Mi suegra se disculpó.
A principios de enero, el neonatólogo da de alta a la niña y durante esa visita, Inés le dice ‘doctor que pena lo del niño’, a lo que él responde que eso debe olvidarlo, centrarse en la niña y ver lo bien que se está criando. Aquello lo consideramos un consejo para evitar un estado depresivo.
Mis hijos se han criado sanos y felices, aunque mi mujer y yo hemos echado en falta, y mucho, a aquella criatura que nació muerta.
El 27 de enero de 2011, al conocer la noticia de la demanda presentada en Fiscalía por Anadir, nos asalta la duda, aunque inmediatamente la desechamos. Una clínica como El Rosario y un médico de prestigio como el Dr. Aguayo no podían prestarse a cometer semejante barbaridad.
Por mi parte y con la intención de asegurar que todo fue correcto, hablé con Anadir y pregunté qué documentos debía recabar para asegurar que todo fue hecho correctamente. Me indicaron que al tratarlo como un ‘no nacido’ debería ser un feto, por lo cual, debía conseguir un Legajo de Aborto y la confirmación de Cementerios de dónde y cuándo fue enterrado.
Solicitada esta documentación, el Registro Civil documenta que no existe Legajo de Aborto a nombre de mi mujer y Cementerios, confirma que durante un amplio periodo de días no han recibido ningún feto nuestro. Esto es prueba indicativa de que NO ESTÁ MUERTO.
La página web www.buscoamihermanomellizo.weebly.com, desarrollada por mi hija recoge en detalle lo sucedido.